Por: Victor Hugo Maraude
(Director de la revista “El Corredor”)
“La ceremonia de largada de un maratón es un momento sublime. Cada cual con su misterio. Un pequeño gran pedazo de su vida está por suceder.
Una nueva página de su historia está a punto de escribirse. Para algunos será tan sólo un trámite, mientras que para la mayoría ha llegado el momento esperado. Aquel instante que ha soñado una y mil veces de infinitas maneras diferentes; inclusive como triunfador. Al frente de todos, están los atletas en sillas de rueda. Casi nadie los tiene cuenta, sin embargo, son ellos quienes despertaran la admiración y el sostenido aplauso del público.
Al igual que casa uno de los demás, pondrán todo su corazón para entregar lo mejor de sí. Poseen un gran coraje y, a pesar de sus limitaciones, disfrutarán plenamente de la oportunidad que les brinda la vida de poder participar, de estar, de compartir… y de competir. Mientras tanto, unos se untan vaselina, otros elongan, o proceder a poner en práctica sus cábalas, o realizan una especie de extraño ritual, o corren para acá y para allá. Hay quienes gritan de manera estentórea, hay quienes no pueden pronunciar palabra alguna y están los que generan adrenalina incesantemente. Una apretadita de mano, miradas nerviosas, deseo s de suerte y… a correr! El maratón es el fuego que enciende el alma. Una fiebre saludable.”